Itineràncies nº 9 : Fátima Tocornal
Darrere d’una creació, sempre hi ha la mirada de l’artista que l’ha creat, conèixer la seva intenció ens fa entendre i valorar el seu treball. Itineràncies és un espai que dona cabuda a aquestes mirades.
Avui us presentem el treball de la pintora i joiera Fátima Tocornal nascuda a Cadis i fincada a Barcelona, que porta més de trenta anys treballant professionalment en aquests dos camps . Des del 2008 forma part del col.lectiu Joyas Sensacionales coordinat per l’artista Silvia Walz. Actualment imparteix cursos de creació artística al Taller Perill de Barcelona.
Les seves representacions estan més a prop de la lírica i la subtilesa que de la narració, la lírica portada al terreny pictòric, l’ajuda amb els seus matisos, de vegades subtils, de vegades no tant.
Com ella mateixa explica, des els seus inicis com a joiera ha buscat com referent el seu propi treball. Intenta que hi hagi una connexió entre unes obres i altres sigui quina sigui la tècnica emprada. Veu les seves peces d’esmalt com petits quadres i li agrada la idea de que algú les pugui dur posades.
podeu llegir aquí la seva entrevista.
Alguns dels seus treballs:
Després de veure les seves peces, us recomano que llegiu atentament aquest escrit que Paul Hammond, pintor, escritor i traductor, li va dedicar l’any 1997.
SECRETO A VOCES
A veces es así: sales del cine, del teatro o de la galería donde te has sentido atrapado por un imaginario convincente y el mundo exterior se transfigura, al menos por un rato. Fui al taller de Fátima Tocornal para ver su nueva obra, me conmocionó, me cautivó; volviendo a casa me deslizaba por las calles ululantes de Barcelona. Las ranuras concéntricas de los adoquines hablaban. Las gotas de alquitrán del vado de un garaje transmitían un mensaje oculto. Veía la herrumbre sobre las náyades de la fuente de la Plaza España como un augurio. Un charco me pareció portentoso. Incluso, caí en éxtasis mirando el cielo invernal, plomizo, matizado de salmón.
Una conmoción, si – pero saludable. Donde una vez hubo tierra-Tocornal o agua-Tocornal o fuego-Tocornal ahora hay aire-Tocornal: un espacio etéreo, palpitante y plumífero. Antes, los ojos se orientaban en el espacio hacia abajo o hacia dentro; hoy se escapan hacia arriba, hacia fuera. Algo como cielos crepusculares queda seccionado por algo como hulahops y en los límites de la tela se encaja algo como nubes de gas. Digo “algo como” porque estos cuadros apuntan a la polisemia: variabilidad de connotación surgida de la parquedad de denotación. Como dicen:” menos es más”. El despliegue de formas arquetípicas, simples pero ambiguas, estimula la acuidad de la mirada. Estas formas son una invitación al ensueño.
La pintura abstracta no existe, cualquier marca significa. No obstante, se puede jugar con la significación. Eso hace Fátima. Difiere el significado velándolo. Primero literalmente: aumentando las capas de pintura, cada una más blanca, fresco sobre fresco, anulando los remolinos circulares de las pinceladas con unos derrapes laterales empastados, patinazos que a veces se enganchan en el tejido del lienzo. Luego, sobre estos cielos sugeridos, Fátima arroja unas argollas, unos arcos que pueden ser aros o
lunas o abalorios o manchas dejadas sobre un mantel blanco por el carajillo de algún gigante ebrio. En general los círculos y las curvas, de grafito o de óleo oscuro, no obstruyen el espacio ni lo atraen hacia delante, ni lo empujan hacia atrás. Son circunferencias transparentes no matéricas. Se tocan o casi. De vez en cuando se rompen, se fracturan. A menudo, el grosor de las líneas complica el juego de referencias, son horizontes planetarios, por ejemplo.
Las manchas periféricas de siena tostada y azul ultramar añaden un toque de drama tonal To-cor-nal a los tizones subliminales y aumentan el misterio. El psicoanálisis nos enseña que a menudo son los detalles “irrelevantes” los que desvelan la clave de nuestras fantasías. De estas formas flácidas que se repiten insistentemente en los bordes
Fátima me dijo que le recuerdan las puntas de alas –como si un pájaro se escapara del lienzo. Es, creo, un comentario revelador, aunque ella preferiría que cada espectador las interpretara a su antojo. A juzgar por las “alas” se trata de pájaros umbríos –cuervos o grajos- acaso los heraldos de algo fatídico. Agradecemos su partida, para dejarnos con la música de las esferas.
Paul Hammond , Barcelona 1997